(Presentado por Stephanie Ramírez)
La radio venceremos, una radio clandestina usada por las guerrillas de el salvador durante el conflicto armado. Los años de guerra de la radio Venceremos y su influencia nacional e internacional durante el periodo de guerra civil de el salvador, fueron documentados en la obra Las mil y una historias de Radio Venceremos.
En el libro Las mil y una historias de Radio Venceremos, José Ignacio López Vigil cuenta lo que le contaron: como transmitieron los primeros programas desde los refugios antiaéreos y bajo bombazos de 500 libras, como grababan los corresponsales desde las mismas lineas de fuego, la burla a los famosos goniómetros gringos con simples alambres de púas, la bajada del helicóptero en el que viajaba Monterrosa, el Rambo del ejercito salvadoreño, cuando llevo como trofeo un aparente transmisor de la Venceremos con ocho tacos de dinamita dentro... Decenas de anécdotas vividas por estos locutores que han hecho radio con el micrófono en una mano y con el fusil en la otra.
Todo el libro esta plagado de salvadoreñismos y de "vulgaridades", como dice el autor, ni los guerrilleros ni los soldados suelen hablar con diccionario.
FRAGMENTO
Raíl, mi hemano, me ayudó y entre los dos, ensayando botones, al fin le atinamos.
Yo todavía no me había clandestinizado. Cuando iba al trabajo, a la CEL, tomaba mis precauciones y metía el transmisor debajo de la cama. Mejor dicho, la cama encima del transmisor, porque para ocultar el famoso Vikingo tuve que fabricarme una cama especial, de madera, que se doblaba como un gran sándwich. Al regresar, abría el embutido, sacaba el aparato, y nos poníamos Rafi y yo a hacer las pruebas. Rafi salía con su radito de onda corta, yo ponía música clásica, él chequeaba.
—Tiene un zumbido por acá —venía a decirme.
—Ahora no se oye ni putas —volvía a decirme.
Así estuvimos afinándolo un día y otro día hasta que lo ajustamos con un buen sonido. Los compas se alegraron cuando les dijimos que el equipo respondía bien. Pero que lo mejor sería contar con un amplificador de 300 vatios, dado que el Vikingo sólo tenía 50 vatios.
A comprarlo en Panamá, pues. Y de paso, a comprar también unos waikies-talkies, pensando ya en las comunicaciones militares con equipos de dos metros. Y al regreso, el mal trago de meter todos los volados por el aeropuerto de Comalapa.
—¿Esto qué es? —me dicen en la aduana señalando los walkies-talkies que yo había desarmado y sólo se le miraban los teclados.
—Son esos aparatitos para encender el televisor.
—¿Y esto qué es? —me dicen señalando el amplificador que venía tan envuelto y requeteenvuelto que apenas se le Salían unos botoncitos.
—Un equipo de sonido para amenizar fiestas, hombre. ¿No lo está viendo? ¿Nunca ha visto uno, me va a decir?
—Presente las facturas.
—No las tengo, me robaron en Panamá. (Claro que las tenía, pcro bien escondidas. Imaginate, en el papelito aparecía escrito: “Equipo de comunicaciones”.)
Total, que ya me tenían como una hora ahí esperando y desesperando. Ellos querían su mordida, naturalmente.
— y, ¿Qué pasa, pues? — lago como que me da la cólera—. Si quieren impuestos, díganme cuánto. Pero facturas no tengo.
—Pero para fijar los impuestos necesitamos las facturas.
—Entonces, ¿cómo arreglamos esto, pues? ¡Ya sólo falta que me mee un chucho! Miren, señores, yo trabajo en la CEL, ¿me entienden?... ¡Con el gobierno! A mí me están esperando los de la empresa ahí afuera. Mándenlos a llamar, pregúntenles, vean qué hacen... ¡pero resuelvan!
Y como no me sacaban nada, ni factura ni mordida, tuvieron que aflojar.
El Vikingo fue el primer amplificador con el que Venceremos empezó a transmitir.
El Vikingo fue el primer amplificador con el que Venceremos empezó a transmitir.
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